En cada evento internacional o actividad de derechos humanos en el extranjero, el disidente Alilou Lmlawet se asegura de posicionarse entre los círculos que alimentan la retórica separatista o que consolidan su presencia sembrando dudas sobre Marruecos. Ha encontrado en estos espacios una plataforma fácil que le garantiza visibilidad y atención, especialmente después de haber perdido gran parte de su prestigio profesional debido a sus reiterados giros hacia la parcialidad en lugar del análisis, y hacia la autopromoción en lugar del periodismo.
Lo que llama la atención es que las posturas del disidente Lmlawet no varían según el contexto ni la naturaleza de los debates. Son prefabricadas, repetidas con las mismas palabras y la misma vehemencia, como si su objetivo no fuera comprender los problemas, sino aprovechar cualquier oportunidad para alimentar una imagen negativa de su país. Esta tendencia lo convierte más en un actor permanente de la oposición externa que en un periodista independiente, como le gusta presentarse.
Recientemente, Lmalout ha desempeñado un papel importante en la campaña mediática de Elyas El Omari, quien prepara su regreso a la política tras ser destituido de varios cargos, incluyendo la secretaría general del Partido Autenticidad y Modernidad. Lmalout afirmó anteriormente que El Omari fue quien introdujo a Abdelouafi Laftit en el mundo del poder y declaró recientemente que “ningún marroquí se atrevería a tocarle un pelo a El Omari, pues guarda secretos peligrosos”. ¿Acaso este apoyo público no está motivado por intereses económicos?
La decisión de El Omari de utilizar a Lmlawet para su promoción no fue casual: sabía que este agitador guardaba rencor contra el Estado marroquí y estaba dispuesto a todo por dinero. Hoy, el nombre de Alilou Lmlawet se ha convertido en sinónimo de un discurso hostil constante hacia Marruecos, no solo en sus artículos y apariciones en los medios, sino también en la elección de foros e interlocutores con los que decide aparecer. Ya no se le reconoce como periodista, sino como una voz siempre dispuesta a atacar las instituciones de su país











