Una diplomacia suplicante e inconsistente en un mundo donde Argel busca romper su aislamiento.
Al escuchar a Sabri Boukadoum, embajador de Argelia en Washington, se podría haber creído un patético alegato de un Estado en apuros que buscaba desesperadamente un comprador para sus últimas riquezas.
Durante un intercambio con periodistas en la sede de la embajada, el ex ministro de Asuntos Exteriores anunció la inminencia de “discusiones” con Estados Unidos sobre la cooperación en materia de defensa, incluida “la posibilidad de un acuerdo de adquisición de armas estadounidenses”.
Sin embargo, en la semántica diplomática, cada palabra tiene un peso. Boukadoum solo expresa aquí un deseo, una ambición unilateral desprovista de toda sustancia.
Nada confirma que Washington haya mostrado interés en tal cooperación militar con Argel.
El diplomático no habla ni de compromisos concretos ni de negociaciones avanzadas: evoca conversaciones futuras y una hipótesis de compra.
Es una condesión de impotencia, una declaración de dependencia de una voluntad externa.
El mercader ambulante de la diplomacia argelina
Esta falta de base diplomática no es nueva. Boukadoum, que ya había firmado un contrato a finales del año pasado con un grupo de presión cercano a Israel, se comporta como un vendedor ambulante en busca de un cliente.
No aporta ningún elemento tangible sobre la naturaleza de los armamentos potencialmente adquiridos ni sobre su financiación.
Se limita a evocar la organización de tres talleres de diálogo con Washington para declinar los términos de un memorando firmado el 22 de enero.
Este repentino apreo de recurrir a los Estados Unidos delata una evidente fiebre.
A diferencia de Argel, que parece improvisar sus elecciones estratégicas, Rabat actúa con método: Marruecos ha celebrado un contrato estructurado para la adquisición de veinticuatro helicópteros Apache, con sistemas de defensa aérea y artillería Himars. Lejos de las especulaciones y las súplicas, implementa una estrategia militar coherente y racional. Este enfoque contrasta violentamente con el de Argel, que intenta comprar armas por puro reflejo mimético, sin un plan estructurado ni coordinación con sus doctrinas militares existentes.
Una venta de recursos nacionales sin visión de futuro
Pero el embajador argelino no se detiene en este alegato militar. En un intento de seducir a Washington, se apresura a abrir otra puerta, mucho más preocupante:
la de los recursos naturales y minerales. Boukadoum afirma que Argelia está “dispuesta a cooperar con Estados Unidos” en la explotación de sus riquezas, destacando sus minerales estratégicos como un argumento de seducción.
Este posicionamiento revela una contradicción fundamental en la retórica oficial argelina.
Durante décadas, el régimen ha reivindicado una soberanía absoluta y una política económica egocéntrica, rechazando la injerencia extranjera. Sin embargo, bajo el pretexto de la diplomacia económica, ahora se decide a ofrecer sus recursos a los mejores postores. Argelia se encuentra así en la postura del deudor incapaz, obligado a abrir sus arcas para comprar una credibilidad diplomática que ya no posee.
El embajador también hace una clara alusión a la estrategia adoptada por Ucrania bajo Volodymyr Zelensky, que había ofrecido a Donald Trump un acceso privilegiado a los metales raros de su país.
Al tratar de reproducir este modelo, Argel demuestra no solo su desesperación sino también su incomprensión de la dinámica geopolítica actual. Porque, a diferencia de Ucrania, Argelia no tiene ni el argumento de la presión estratégica sobre Rusia ni la capacidad de posicionarse como un socio esencial para Estados Unidos.
Una diplomacia infantil frente a los desafíos globales
En un vuelo lírico que roza el ridículo, Boukadoum declara que “el cielo es nuestro único límite” en términos de cooperación.
Esta formulación, más allá de su torpe énfasis, delata una visión poco realista de los equilibrios de poder internacionales.
No es multiplicando las declaraciones grandilocuentes que un Estado en crisis logra redefinir su posicionamiento estratégico.
La verdadera motivación de esta ofensiva diplomática radica en otra parte:
Argel todavía espera influir en la decisión de Washington sobre el reconocimiento de la soberanía de Marruecos sobre su Sahara. Boukadoum, en una ingenuidad confundente, parece creer que bastaría con adoptar una postura más conciliadora hacia los Estados Unidos para provocar un cambio de Donald Trump en este tema. Es ignorar el peso de los compromisos internacionales y la continuidad de las opciones estratégicas de las grandes potencias.
El régimen argelino persiste así en una lectura arcaica y pueril de las relaciones internacionales, donde las alianzas se establecerían sobre caprichos y adulación más que sobre intereses bien entendidos.
Síndrome de Ibn Battouch: ceguera suicida
Pero detrás de esta huida hacia adelante, surge una verdad más profunda: no es tanto Argelia lo que su régimen busca defender, sino la supervivencia de una ficción política encarnada por Brahim Ghali, alias Ibn Battouch. Este último, a la cabeza de la entidad separatista que Argel sigue financiando sin fondos, representa el último vestigio de un proyecto que se derrumba bajo el peso de las realidades diplomáticas y militares.
Mantener a Ibn Battouch al frente de esta construcción artificial se ha convertido en una obsesión para el aparato estatal argelino, hasta el punto de empujarlo a vender sus recursos, a enajenar su independencia y a multiplicar las ofertas sin contrapartida. En esta lógica absurda, el régimen parece dispuesto a sacrificar la integridad económica del país por un objetivo cuya inanidad es ahora evidente en la escena internacional.
Ya no es solo una huida hacia adelante: es un suicidio político y económico.
Porque mientras Argel persiste en esta lucha de otra época, sus finanzas se agotan, su industria se derrumba y sus perspectivas de futuro se oscurecen.
Por lo tanto, el verdadero desafío no es la cooperación militar con los Estados Unidos, ni siquiera el acceso a los recursos minerales por parte de empresas extranjeras.
Es más fundamental: Argelia se está deshaciendo de su última palanca de soberanía para preservar un espejismo. El día en que este espejismo se disipe, porque se disipe, solo quedará un país vaciado de su sustancia, sin recursos, sin estrategia y sin futuro
عذراً التعليقات مغلقة