Después de una larga crisis con España que aterrizó suavemente, Argelia vuelve a conectar con Francia después de haber hecho del reconocimiento de la Soberanía Marroquí sobre el Sáhara Occidental por parte del presidente Macron, un motivo de casus belli diplomático.
El esbufeo argelino y la superación de la derecha y la extrema derecha francesa han dado paso a la realpolitik.
Después de ocho meses de crisis abierta con París, tras el reconocimiento francés de la Soberanía Marroquí sobre el Sáhara Occidental en julio de 2024, el presidente argelino da un giro de 180 grados, sin condiciones ni explicación
Hace unas semanas, la ira de Argel era ruidosa. En julio de 2024, la ruptura diplomática se había establecido como una obviedad para un régimen que, durante décadas, ha hecho de la cuestión del Sáhara Occidental un problema existencial. Siguieron medidas de represalia económica, golpeando algunos intereses franceses en Argelia, mientras que se lanzó una campaña de influencia para presionar a París.
Se movilizaron figuras mediáticas cercanas al poder, martillando que Francia tenía que “pagar” su cambio.
En octubre de 2024, el tono del presidente Tebboune hacia el Elíseo era firme e intransigente. “No iré a Canossa”, había soltado al responder a una pregunta sobre una posible visita a Francia como se había previsto.
“Ir a Canossa” es una expresión que data del conflicto entre emperadores germánicos y reyes franceses con el papado, en referencia a la humillación ante su enemigo ante el que uno cedería.
Lo único es que el escritor franco-argelino Boualem Sansal pagará el precio de la tensión del régimen que no logró tragarse la píldora pro-marroquí.
En noviembre, después de comentarios considerados demasiado favorables a la posición marroquí en el Sáhara Occidental, Sansal será detenido cuando baje de un avión en Argel y arrojado a la cárcel.
Un escritor bajo llave por expresar una opinión sobre la historia de un territorio? La imagen devuelta era desastrosa.
En respuesta, París endureció el tono. Después de meses de intercambios estériles, el Elíseo contraatacó apretando el tornillo de banco judicial a varios influencers en Francia movilizados por Argel.
Una campaña dirigida ha reducido su audiencia y su impacto, haciendo sonar la alarma del poder argelino, que se ha negado sistemáticamente a aceptar a sus ciudadanos en situación irregular devueltos por París. Aún más amenazante fue la evocación por parte de Francia de medidas de represalia, en particular sobre la emisión de visados y la revisión de acuerdos bilaterales.
Otro vodevil diplomático
Fue entonces cuando el tono cambió. En una entrevista con la prensa argelina, Abdelmadjid Tebboune inició un giro inesperado, admitiendo implícitamente que la posición francesa sobre el Sáhara ya no se movería.
De este modo, preparó el terreno para una reanudación del diálogo con el Elíseo que encontró gracia a sus ojos, registrado durante un intercambio telefónico “franco” con Emmanuel Macron con motivo del Eid al-Fitr.
El resultado? Un regreso al diálogo político y a la cooperación en materia de seguridad y migración, sellados por un comunicado conjunto cuidadosamente desprovisto de cualquier mención del Sáhara Occidental.
Por otro lado, el Elíseo insistió en mencionar su llamamiento a “un gesto de clemencia y humanidad hacia el Sr. Boualem Sansal”. Un próximo indulto presidencial no sería una sorpresa.
Así que salgan de las amenazas, salgan también de las posturas de guerra:
Argel parece resignarse, incondicionalmente, a volver a conectar con una Francia que ha retratado como enemiga por haberse acercado a un “enemigo histórico”.
Un retroceso en buena y debida forma, que recuerda el episodio de la crisis con España. Una extraña impresión de “déjà vu”.
Después de este enésimo vodevil diplomático, una pregunta fundamental sigue pendiente: hasta cuándo Argel seguirá sacrificando sus intereses políticos y económicos por el Polisario?
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