La propuesta se articula en torno a un fondo común de coordinación y financiación, bajo la gobernanza compartida de Estados Unidos, Marruecos e Israel. El autor lo concibe como un dispositivo multisectorial, orientado a la realización de proyectos a gran escala en cuatro áreas principales: energía, seguridad, industria avanzada e infraestructura digital.
Cinco años después de la firma de los acuerdos de Abraham, la relación entre Marruecos y el Estado de Israel, apoyada por los Estados Unidos, ciertamente ha experimentado un auge visible: intercambios ministeriales, acuerdos sectoriales, cooperaciones técnicas. Sin embargo, a falta de un marco estructural común, esta convergencia sigue siendo frágil, inaconsada y expuesta a los riesgos políticos. En un estudio publicado por el Consejo Atlántico, Aïssa Christophe Agostini, asesora estratégica y fundadora de Prosper Atlas, propone la creación de un fondo trilateral de inversión y coordinación, con el fin de convertir este impulso diplomático en palancas económicas y geopolíticas concretas.
“Sin un mecanismo claro para transformar este impulso en resultados estratégicos medibles, el riesgo de perder adherencia es real, y la alianza podría seguir siendo en gran medida simbólica, sin ofrecer efectos tangibles a escala regional”, advierte el autor.
Un instrumento soberano, no una herramienta de asistencia
El fondo propuesto no estaría dentro de la lógica de la ayuda al desarrollo. Se concibiría como un instrumento soberano con gobernanza tripartita, que reuniría a representantes estatales, actores económicos y miembros influyentes de las diásporas de los tres países. Su objetivo: financiar proyectos con un fuerte anclaje estratégico en áreas clave: energía, transformación industrial, infraestructuras críticas, tecnologías de seguridad, defensa, logística e innovación marítima.
“Este foro se encargaría de coordinar los esfuerzos fragmentados dentro de los sectores público y privado de cada país, y de financiar directamente proyectos con un fuerte anclaje estratégico”, explica el Sr. Agostini. Precisa que los proyectos se seleccionarían según criterios rigurosos: viabilidad económica, relevancia geopolítica y retorno de la inversión claramente establecido.
La creación de un foro permanente de coordinación complementaría esta arquitectura, ofreciendo un espacio de concertación y programación entre los tres socios, con el fin de armonizar los calendarios, las prioridades sectoriales y los recursos financieros.
Una respuesta estratégica a las recomposiciones globales
Para los Estados Unidos, esta estructura trilateral constituiría una respuesta estructurada e innovadora a los trastornos en curso en el orden geopolítico mundial. El Sr. Agostini identifica tres ventajas principales. En primer lugar, un contrapeso creíble a la creciente influencia de las potencias rivales. “Si se diseña con los recursos adecuados, este foro sería una respuesta competitiva a estas ambiciones hegemónicas”, escribe, refiriéndose a China, Rusia e Irán, que multiplican las inversiones en el Mediterráneo, el Sahel y el norte de África.
A continuación, el fondo permitiría materializar los acuerdos de 2020. “Desde la firma de los acuerdos, la mayoría de los compromisos han permanecido bilaterales y fragmentados, a menudo llevados a cabo por ministerios, operadores privados o socios externos, sin una visión común”, lamenta. Esta falta de coordinación impide la puesta en común de los éxitos y perjudica la legibilidad estratégica del acercamiento.
Por último, el fondo ofrecería a Washington una herramienta de influencia moderna, legible y rentable, que permitiría involucrar a sus empresas en proyectos regionales, asegurar sus cadenas de suministro y reforzar su presencia en un espacio estratégico sensible. “Este fondo podría generar beneficios concretos, al tiempo que integra a los socios estadounidenses en el ecosistema de los acuerdos de Abraham”, dice el Sr. Agostini.
Hoja de ruta y condiciones de credibilidad
El autor aboga por una implementación gradual en tres etapas. En primer lugar, una fase de acuerdo político y diseño institucional, que reúne a las tres partes en torno a un marco de gobernanza preciso. Luego, el lanzamiento de proyectos piloto en sectores prioritarios, a través de organizaciones como la Corporación de Finanzas del Desarrollo. Por último, la institucionalización del fondo en una estructura sostenible, capaz de enjamblar en otros espacios geopolíticos.
Los criterios de éxito identificados por el Sr. Agostini son inequívocos: inversiones movilizadas, puestos de trabajo creados, coordinación intergubernamental apoyada, efecto dominó en otros marcos regionales.
En conclusión, “un foro trilateral capaz de hacer realidad las promesas de los acuerdos de Abraham representa una oportunidad única para anclar el compromiso estadounidense en una región de importancia geopolítica capital”, afirma. Este dispositivo ofrecería un nuevo método de alianza estratégica: ya no basado en compromisos abstractos, sino en la convergencia de intereses económicos, industriales y diplomáticos
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