Érase una vez Francia… en el Sahel

euromagreb29 نوفمبر 2024آخر تحديث :
Érase una vez Francia… en el Sahel

Por Abdelhakim Yamani

El anuncio por parte de Chad, el 28 de noviembre de 2024, del fin de su acuerdo de cooperación militar con Francia suena como el último acto de una debacle histórica. Esta decisión, que se produjo unas horas después de la visita del ministro francés de Asuntos Exteriores, Jean-Noël Barrot, marca el colapso final de la influencia francesa en una región considerada durante mucho tiempo como su prado cuadrado. Sobre todo, revela la magnitud de la quiebra de una diplomacia francesa metódicamente debilitada durante años.

Este debilitamiento diplomático no es fruto del azar. Es el resultado de una excesiva centralización del poder en el Elíseo, particularmente acentuada bajo Emmanuel Macron, donde la secretaría general se ha convertido en el verdadero centro de decisión y reflexión de los asuntos exteriores, marginando el Quai d’Orsay. Esta concentración del poder diplomático en manos de consejeros a menudo desconectados de las realidades africanas ha privado a Francia de su capacidad histórica para comprender e influir en la dinámica del continente.

Y lo que es más grave, Francia ya no cuenta con esta generación de diplomáticos y políticos que conocían íntimamente África, habían tejido redes personales y podían servir de intermediarios eficaces en tiempos de crisis. Los “africanistas” del Quai d’Orsay, estos especialistas que habían hecho carrera en el continente y dominaban sus sutilezas, desaparecieron gradualmente sin ser reemplazados. Esta pérdida de experiencia resultó particularmente catastrófica durante las recientes crisis.

Esta debacle diplomática se inscribe en un contexto más amplio iniciado por la desastrosa intervención en Libia en 2011. La caída de Gadafi, precipitada por una intervención francesa mal calculada, desencadenó una devastadora onda de choque en todo el Sahel: proliferación de armas, dispersión de combatientes experimentados y creación de un vacío de seguridad propicio para la aparición de grupos yihadistas. La falta de anticipación de las consecuencias de esta intervención ya atestiguó una diplomacia francesa en pérdida de puntos de referencia.

La presidencia de Macron solo ha acelerado este proceso de desintegración. Su estilo personal, que mezcla condescendencia y paternalismo, ha cristalizado el resentimiento de las opiniones públicas sahelianas. Su discurso de Uagadugú, que se supone que marca una ruptura con la “Franfrancáfrique”, apareció como un ejercicio de comunicación hueco, desconectado de las realidades del terreno. La ausencia de una verdadera estrategia africana, sustituida por reacciones golpe a golpe y posturas mediáticas, ha precipitado el colapso de la influencia francesa.

La cascada de rupturas que siguió es edificante. Malí en 2022, Burkina Faso y luego Níger en 2023 han roto sucesivamente sus vínculos militares con Francia. El episodio humillante del embajador francés en Níger, Sylvain Itté, “rehén” en palabras de Macron y reducido a vivir de raciones militares en una embajada asediada, ilustra de manera flagrante la incapacidad francesa para mantener una presencia diplomática eficaz.

El colapso es total. Las empresas francesas pierden su posición dominante frente a los actores chinos, turcos o emiratíes. La propia Francofonía retrocede, mientras que nuevos actores se imponen con enfoques más sutiles. Marruecos, en particular, desarrolla una influencia creciente al combinar el poder blando religioso y la cooperación económica, mientras que Rusia ofrece una alternativa ideológica atractiva para las poblaciones que buscan romper con el antiguo colonizador.

Para Francia, las consecuencias van mucho más allá del marco africano. La pérdida del Sahel cuestiona su posición como potencia media global e incluso debilita su estatus en el Consejo de Seguridad de la ONU. Esta debacle subraya la urgencia de una refundación completa del aparato diplomático francés: reconstrucción de una verdadera experiencia africana, descentralización de la toma de decisiones diplomáticas, formación de una nueva generación de diplomáticos capaces de comprender e interactuar con el África contemporánea.

La salida de los últimos soldados franceses de Chad no solo marca el fin de una presencia militar, sino el fracaso de una diplomacia francesa víctima de su arrogancia y empobrecimiento institucional. El crepúsculo francés en el Sahel da paso a un nuevo “gran juego” africano del que Francia, al no haber sabido preservar y renovar su experiencia diplomática, no es más que un actor secundario

 

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