Hicham Jerando o la fábrica de disidencias de conveniencia por el régimen argelino

euromagreb15 مارس 2025آخر تحديث :
Hicham Jerando o la fábrica de disidencias de conveniencia por el régimen argelino

En una entrevista complaciente con el sitio español El Independiente, dirigida por Francisco Carrión, el infame fugitivo erige su propia historia como mártir, mezclando acusaciones infundadas y puestas en escena destinadas a alimentar la máquina propagandística de Argel.
Su repentina desaparición de Canadá y su aterrizaje en la esfera mediática compatible con los argelinos ilustran una tendencia ahora bien probada: atraer a individuos despreciables, en ruptura con su país de origen, por el régimen del general Saïd Chengriha.
Este último, verdadero poseedor del poder en Argelia, lleva años coordinando una estrategia de comunicación para alimentar la desconfianza contra Marruecos apoyándose en parias en busca de reconocimiento. Jerando se une así a Ali Lmrabet, Dounia Filali y su marido y a otros que han caído en la trampa de Chengriha en los últimos años. Maati Monjib, Fouad Abdelmoumni, Slimane Raissouni eligieron curiosamente el mismo canal de Francisco Carrión para hacerse las víctimas de un sistema del que, sin embargo, para algunos, se habían beneficiado durante mucho tiempo.

Hicham Jerando no ha encontrado mejor refugio que las columnas de El Independiente, un periódico español notoriamente permeable a los relatos dictados por los círculos militares argelinos.
En una previsible huida hacia adelante, el hombre que se presenta como un rompedor de las autoridades marroquíes se une así a una cohorte de figuras en ruptura con su país, recuperadas por la propaganda argelina con el fin de alimentar una retórica hostil en Rabat.
Antes que él, Ali Lmrabet, Dounia Filali y su esposo, Maati Monjib, Fouad Abdelmoumni o Slimane Raissouni siguieron una trayectoria similar, reinventándose como exiliados políticos o activistas perseguidos mientras su credibilidad se desmoronaba bajo el peso de sus propias contradicciones (y su búsqueda de venganza).

Si el relato de Jerando se basara en hechos comprobados, si sus denuncias fueran algo más que una maraña de exageraciones y amalgamas, los medios de comunicación occidentales se habrían apoderado de ella.
Sin embargo, es en las columnas de un Francisco Carrión, garabato e hinchado mediático, donde esta prosa victimaria encuentra eco.
La entrevista que le dedica es menos una investigación periodística que una tribuna ofrecida sin contradicción a un hombre perdido cuyo objetivo es dar forma a una historia a medida para los canales de propaganda que la acogen.

Un esquema operativo bien rodado

El caso Jerando ilustra un enfoque cuyos engranajes son ahora bien conocidos.
El régimen argelino, en su estrategia de guerra digital contra Marruecos, ha integrado desde hace tiempo la importancia de dar una apariencia de legitimidad a sus ataques.
Para ello, no se contenta con poner en marcha sus propios retransitos mediáticos o sus portavoces oficiales: busca dirigir a la sombra de las ovejas negras marroquíes capaces de desempeñar el papel de disidentes, ofreciendo así un veste de autenticidad a su discurso.

El perfil típico es siempre el mismo: un individuo marginado, cuya trayectoria suele estar manchada de polémicas personales o judiciales y que encuentra en la postura del exiliado perseguido una forma de restaurar su blasón.
Esta transformación pasa por una narración en tres etapas: primero, la construcción de un personaje en ruptura, víctima de la “represión”; luego, la amplificación mediática de su discurso por medios extranjeros complacientes; finalmente, su integración progresiva en una red más amplia donde se convierte en una herramienta al servicio de una estrategia que la supera.

Jerando marca todas estas casillas. Instalado en Canadá, primero utilizó su tribuna para destilar un discurso que mezclaba invectivas personales y acusaciones a menudo inverificables contra las instituciones marroquíes. Pero cuando su activismo comienza a hacerle complicaciones judiciales, su relato se inclina: ya no se presenta como un simple comentarista, sino como un objetivo de un sistema represivo.
Esta mutación le permite acceder a una forma de visibilidad en los círculos que ven en él un relevo útil.

Su repentina desaparición de Canadá, seguida de su reaparición mediática en un periódico vinculado a las redes argelinas, refuerza este hecho.
No es casualidad que su discurso encuentre resonancia precisamente donde la propaganda argelina busca desplegarse.

Una prensa cómplice, una narrativa sin contradicciones

El papel de El Independiente en este caso es emblemático de una prensa que participa activamente en la construcción de estas narrativas orientadas.
Lejos de someter a Jerando a un ejercicio de contradicción, el artículo de Carrión se limita a retomar sus afirmaciones, sin confrontarlas nunca con los hechos o las realidades institucionales de Marruecos. Qué esperar de una hoja pro-Argel?

Esta ausencia de rigor periodístico no es trivial. Durante varios años, algunos medios de comunicación españoles se han hecho retransmisos de una retórica sistemáticamente hostil a Marruecos, no por objetividad sino por intereses geopolíticos y financieros que los vinculan a los círculos argelinos. Argel, que ha hecho de la guerra de la información una herramienta central de su política exterior, utiliza estos medios para difundir narrativas sesgadas, apoyándose en parias despreciadas por circunstancias y plumitivos extranjeros como Francisco Carrión e Ignacio Cembrero.

La entrevista de Jerando encaja perfectamente en esta lógica. Su discurso fue calibrado según un plan preconcebido: una denuncia enfática de las instituciones marroquíes, una puesta en escena de su propia persecución y, sobre todo, una comparación con el caso Khashoggi, que se supone que dramatiza su destino y le confiere una dimensión trágica.

Pero esta puesta en escena adolece de un defecto importante: se basa en una acumulación de elementos cuya coherencia es, como mínimo, dudosa. Jerando afirma ser amenazado de muerte, pero no hay elementos concretos que respalden esta afirmación. Evoca una vigilancia constante sin aportar ninguna prueba tangible.
Habla de una represión sistemática, pero sus propios problemas judiciales destacan una actitud moral cuestionable.

Una estrategia sin aliento

El problema de estas narraciones exageradas es que a fuerza de ser repetidas, acaban desmoronándose.
Al multiplicar los renegados despreciados, la propaganda argelina ha debilitado paradójicamente su propio discurso. Porque a medida que surgen estos perfiles, su trayectoria acaba revelando una constancia inquietante: acusaciones escandalosos, transmitidas sin verificación por medios de comunicación específicos, y un deslizamiento progresivo hacia círculos donde su voz se convierte en un simple engranaje de una máquina que los utiliza.

El caso de Jerando no es una excepción. Su exilio apresurado, su repentina aparición en un medio de comunicación conocido por su proximidad a los intereses argelinos, la complacencia con la que se recibe su discurso…
Todo esto forma parte de un esquema que hemos visto repetirse una y otra vez.
Pero a fuerza de ser replicado, pierde su eficacia.

Donde estas estrategias solían sembrar la duda, hoy solo generan un cansancio incrédulo. Porque el proceso está ahora desviado: una disidencia oportunista, un discurso construido para seducir a cierto tipo de lectores y una huida hacia adelante. Hicham Jerando no hace más que confirmar lo que ya se había predicho: es un instrumento entre otros en una guerra de la información que busca reinventarse, pero cuyas cuerdas son ahora demasiado visibles para engañar a alguien.
Un final triste, en definitiva predecible

 

 

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