Las incoherencias del muy mal informado Ali Lmrabet se multiplican. Entre ellas, afirmar que Mehdi Hijaouy habría sido contratado directamente con el rango de ayudante, un rango que solo se puede alcanzar después de varios años de servicio y una formación militar específica. Este malentendido delata un desconocimiento elemental de la organización de las fuerzas armadas, y sobre todo, los andanzos de un individuo convertido en una simple correa de transmisión de información falsa.
Cuando Ali Lmrabet toma la palabra, la prudencia se impone a su audiencia: la razón, el discernimiento y el rigor intelectual son los únicos baluartes contra la invención y la aproximación. Su último vídeo de acusación dedicado a Mehdi Hijaouy es una brillante ilustración. Desprovisto de toda consistencia, su discurso se desintegra en una acumulación de falsedades, donde los hechos dan paso a la pura fábula.
Él mismo lo concede a medias, confesando que “solo está reuniendo fragmentos de información”. Una confesión que resume la esencia misma de su enfoque: una construcción frágil y desconsada donde la ficción se cubre con un barniz de autenticidad.
1. Una aberración cronológica flagrante
Primera falsedad: Ali Lmrabet avanza con el aplomo de quien se cree inatacable que Mehdi Hijaouy se habría unido a las filas de la Dirección General de Estudios y Documentación (DGED) en 1990. Sin embargo, según los datos accesibles, el interesado nació en agosto de 1973. Entonces, cómo concebir que un servicio de inteligencia haya podido reclutar a un menor de dieciséis años, en un momento en el que ni siquiera había alcanzado la mayoría de edad legal?
Lo absurdo roza aquí lo grotesco.
2. Un papel de agente de campo sacado directamente de la imaginación
Según Lmrabet, Mehdi Hijaouy se habría desplegado inmediatamente sobre el terreno con la misión de recopilar información de diplomáticos y representantes extranjeros de Marruecos.
La hipótesis de que un adolescente pueda evolucionar en tales círculos, manipular a agentes experimentados y llevarlos a entregar secretos de Estado es pura fantasmagoría.
3. Un evidente desconocimiento de los rangos militares
Otra afirmación errónea: Lmrabet afirma que Mehdi Hijaouy se habría unido a la DGED con el rango de ayudante. Un absurdo manifiesto, ya que esta distinción solo puede obtenerse después de años de servicio y la superación de un concurso específico. No se cruzan los escalones militares de un salto con un simple pase directo.
4. Una grosera falsificación de las imágenes
En un intento desesperado de hacer plausible su historia, Ali Lmrabet difunde una fotografía manipulada, que supuestamente atestigua el estatus de “coronel-mayor” de Mehdi Hijaouy.
Sin embargo, un simple examen de la imagen revela la impostura: el uniforme luce las insignias de un coronel y no de un coronel mayor.
El peinado reglamentario no incluye las distinciones propias de los oficiales superiores.
5. Una contradicción vertiginosa sobre la supuesta lucha contra la corrupción
Lmrabet vacila sobre sus propias bases cuando presenta a Mehdi Hijaouy a veces como un intratable de la corrupción, a veces como un individuo que se mueve en los arcanos de la financiación oculta.
Podemos creer seriamente en una historia en la que el protagonista es al mismo tiempo un rectificador de errores y un manipulador de fondos secretos?
6. Un malentendido total sobre la realidad de las funciones administrativas
Otra especulación:
la supuesta atribución a Mohammed Khabbachi de un papel en la DGED entre 2005 y 2010. Un rápido retorno a los hechos es suficiente para deconstruir esta fábula. Durante este período, el Sr. Khabbachi ocupó cargos públicos de primer nivel: director general de la agencia Maghreb Arabe Presse (MAP) hasta 2009, luego alto funcionario del Ministerio del Interior. Imaginar que ha ejercido simultáneamente responsabilidades operativas en los servicios de inteligencia es una tontería burocrática.
7. Una cronología insostenible
Otra distorsión de los hechos: Lmrabet afirma que Mehdi Hijaouy habría financiado el sitio Barlamane.com con fondos de la DGED.
Un simple recordatorio de las fechas hace que esta acusación sea insostenible: el interesado fue expulsado definitivamente de los servicios en 2010, mientras que el medio en cuestión no vio la luz hasta 2014.
Cómo podría un hombre ya alejado de cualquier función oficial haber orquestado tal montaje?
8. Un cuestionamiento irresponsable de las operaciones antiterroristas
Ali Lmrabet, en un impulso de negacionismo de la seguridad, trabaja para desacreditar los esfuerzos de Marruecos en la lucha contra el terrorismo.
Afirma que Mehdi Hijaouy fue expulsado por divulgar elementos relacionados con los atentados del 16 de mayo de 2003. Una afirmación que se derrumba bajo el peso de su propia incoherencia: en esa fecha, el interesado ya no ocupaba ninguna función en los servicios.
Cómo podría haber entregado información que ni siquiera tenía?
9. Un nombramiento imaginario para el palacio real
Lmrabet lleva la estupidez a su clímax al afirmar que Mehdi Hijaouy habría sido reclutado en 2017 como experto en inteligencia en el palacio real marroquí. Una acusación tan gratuita como inverosímil, sobre todo porque el Soberano habría, según el propio Lmrabet, ordenado su desalojo definitivo varios años antes.
Qué lógica subyacería entonces a una reintegración tan improbable?
10. Una falsificación indecente sobre una muerte
Finalmente, la verborrea llega a su punto álgido cuando Lmrabet insinúa que el ex médico militar Mourad Sghir habría sido asesinado.
Sin embargo, un peritaje forense, realizado por un colegio de especialistas, concluyó formalmente que se trató de una muerte natural tras un infarto.
Por qué entonces insersarse en manipular un drama humano, desafiando la memoria del difunto y el respeto debido a sus seres queridos?
Un ejercicio sistemático de la desinformación
A través de este laberinto de falsificaciones, solo queda una certeza: Ali Lmrabet no se avergüenza ni de rigor ni de escrúpulos. Su historia se construye sobre incoherencias flagrantes, aproximaciones burdas e inverosímiles evidentes, que no resisten la prueba de los hechos.
La verdad, en cambio, permanece intacta. Reclama una exigencia intelectual de la que Lmrabet, evidentemente, prefiere liberarse, en favor de una construcción falaz en la que la mentira da aires de revelación, a cambio de un puñado de billetes.
Solo que el compromiso se monetiza a un precio bajo. Rara vez es lucrativa.