Panamá, Ecuador: el Polisario pierde terreno en América Latina

euromagreb28 نوفمبر 2024آخر تحديث :
Panamá, Ecuador: el Polisario pierde terreno en América Latina

Golpe tras golpe, dos países latinoamericanos han cortado con el polisario y su “rasd”. El 22 de octubre, Ecuador anunció su decisión de suspender su reconocimiento de la ficticia“república”.
Un mes después, el 21 de noviembre, Panamá decidió suspender sus relaciones diplomáticas con esta entidad.

Ecuador, que reconoció la “rasd” en 1983, había retirado su reconocimiento por primera vez en 2004, pero se restableció en 2006.
Una “embajada” del Polisario, que acaban de cerrar, existía en Quito desde 2009.

Panamá fue el primer país latinoamericano en reconocer la “rasd”, en 1978 y en acoger, en 1980, la primera representación del polisario en América Latina.
Esta farmacia fue, durante mucho tiempo, una plataforma y una base de operaciones de las actividades del Polisario en la región, bajo la dirección de Ahmed Boukhari, primer representante de la “rasd” en Panamá (1980-1984). Boukhari aplicará la misma estrategia en Venezuela, donde ejerció de 1985 a 1988.

Nada explicaba claramente la actitud de Panamá y su intransigencia con respecto a la integridad territorial de Marruecos. Ninguna razón diplomática, económica o ideológica parecía motivar a este pequeño país centroamericano, durante mucho tiempo bajo el estado de los Estados Unidos, que había establecido en la capital panameña en 1946 “la Escuela de las Américas”, un centro de educación militar famoso por haber entrenado y entrenado a varios oficiales latinoamericanos que más tarde se convirtieron en dictadores en su país. Hasta 2017, Panamá mantenía relaciones diplomáticas con Taiwán y no reconocía a la República Popular China.

No fue hasta 2013 que el presidente Ricardo Martinelli (2009-2014) suspendió las relaciones diplomáticas con la “rasd”, “hasta que las Naciones Unidas encontraran una solución a este conflicto de casi 40 años”, según el comunicado panameo. El mismo texto especificaba que “para que una población aspire a constituir un Estado soberano, es necesario que reúna elementos fundamentales para su existencia como un territorio, una población, un gobierno y la independencia”, elementos que, evidentemente, faltan en la “rasd”. El gobierno panameo consideró que “la propuesta de un estatuto de autonomía del Sáhara Occidental, presentada por el Reino de Marruecos al Consejo de Seguridad de la ONU, merece ser abordada con apertura, pragmatismo y realismo en la mesa de negociaciones, para sacar esta disputa de su estado actual”.

El siguiente presidente, Juan Carlos Varela (2014-2019), pasó por alto estas consideraciones y, apenas dos años después, restableció los vínculos con el Polisario.

La reciente decisión de congelar las relaciones diplomáticas con la “rasd” se produce bajo el mandato del presidente José Raúl Mulino, que fue ministro en el gobierno de Ricardo Martinelli.

Desde su proclamación en territorio argelino en 1976, el “rasd” ha podido, en su apogeo, contabilizar numerosos reconocimientos diplomáticos, que generalmente se estiman en 84. Sin embargo, a lo largo de los años, estos reconocimientos se han reducido como una piel de dolor. Aunque es difícil dar cifras precisas, debido a la confusión y la vaguedad que ha rodeado a este tema en varios países, podemos avanzar con un margen de error mínimo, que la “rasd” ha perdido más de la mitad de los reconocimientos de los que pudo beneficiarse. Hoy, 44 países han retirado, congelado o suspendido su reconocimiento de la “república”. Los 40 restantes, la mayoría de los cuales no son partidarios incondicionales del Polisario, ni mucho menos, se encuentran en África (23), América (10) y Asia (7).

Los diez países de América se distribuyen de la siguiente manera: México en América del Norte, Belice, Honduras y Nicaragua en América Central, Bolivia, Colombia, Uruguay y Venezuela en América del Sur, a los que se suman dos islas caribeñas, Cuba y Trinidad y Tobago.

En el pasado, eran 28: Es decir, el camino que se ha recorrido. Pero es una obra a largo plazo en la que nada se da por sentado definitivamente.

En varios países, donde no existe una política estatal y donde las posiciones internacionales cambian de un presidente a otro, la complejidad de los sistemas de gobierno y las relaciones de poder internas, así como la importancia de los desafíos en cuestión, se combinan a veces para dar lugar a enredos y situaciones fluctuantes. Los líderes de estos países parecen orientar su política exterior en función de las oportunidades inmediatas, dando la impresión de una navegación a través de los vientos en lugar de una estrategia sostenible.

Perú es el ejemplo caricaturesco de la cuestión del Sahara: este país estableció relaciones diplomáticas con la “rasd” en 1984, luego las suspendió en 1996 para restablecerlas en 2021, antes de romperlas de nuevo en agosto de 2022 y luego restablecerlas al mes siguiente y finalmente romperlas una vez más en septiembre de 2023.

De todos modos, cada ruptura con la “rasd” es una voz menos en las organizaciones internacionales y la consiguiente erosión de las capacidades diplomáticas del Polisario.

En un momento en que Argelia acumula decepciones, la ruptura con dos países, Ecuador y Panamá, hace que el Polisario pierda dos importantes posiciones estratégicas y lo empuja inexorablemente de espaldas a la pared

 

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