Túnez se encuentra ahora atrapada en un emboso deو dependencia de Argelia.
Las relaciones, que se presentan bajo un atente de cooperación bilateral, ocultan una realidad mucho más preocupante: una alineación forzada, tanto económica como diplomática.
El creciente control de Argel sobre Túnez lo hace cada vez más vulnerable a las maniobras de su poderoso vecino.
El principio de “una reunión tripartita magrebí”, organizada cada tres meses por iniciativa de Argelia, había sido decidido por Abdelmadjid Taboue al margen de una cumbre sobre el gas en Argel a principios de marzo.
La reciente visita del ministro tunecino de Asuntos Exteriores a Argelia y las declaraciones resultantes solo confirman la preocupante trayectoria de la domesticación de Túnez por parte de su poderoso vecino argelino.
Lo que se presenta como una “convergencia de puntos de vista” y una “armonía de posiciones” no es más que una sumisión oculta bajo términos diplomáticos apaciguadores.
Las indiscreciones políticas en este sentido se confirman:
Argelia ejerce una influencia abrumadora sobre Túnez, aprovechando su fragilidad política y económica para integrarla en su esfera de influencia, con el pretexto de “cooperación regional y solidaridad histórica”.
La mención repetida de una “visión compartida” entre el presidente argelino y su homólogo, lejos de reflejar una verdadera asociación equilibrada, consagra una alineación casi total de la política exterior tunecina con los mandatos argelinos.
La preparación de la próxima cumbre trilateral en Trípoli, mencionada con tanta insistencia, es solo otro ejemplo de este control, fuente de todas las preocupaciones.
Detrás del discurso de “cooperación trilateral” se esconde un claro deseo de establecer a Argelia como el principal arquitecto de las relaciones entre estos tres países, relegando a Túnez al papel de seguidor dócil.
La rueda de prensa, en la que el jefe de la diplomacia tunecina expresa su “reconocimiento” por las instrucciones y orientaciones del presidente Tebboune, es particularmente reveladora. Tal servilidad, única en los anales, roza la humillación e ilustra de manera cruda la falta de soberanía de Túnez frente a Argelia, desde 2019. En Túnez, los observadores fulminan, considerando inadmisible que un ministro de Asuntos Exteriores de un país independiente se limite a “aprovechar las orientaciones” de otro jefe de Estado, y peor aún, que lo felicite públicamente.
Esta actitud complaciente solo acentúa la imagen de una Túnez vasasalizada, incapaz de trazar una política exterior autónoma y reducida a seguir las directrices argelinas, desde la elección de Kaïs Saïed hace cinco años.
Una Argelia cada vez más hegemónica sobre un vecino desarmado
A nivel económico, Argelia ejerce un considerable ascendente sobre Túnez en términos de suministro de energía.
En 2023, según cifras oficiales, más del 75% del gas natural consumido por Túnez procedía de Argelia. Este monopolio argelino sobre el sector energético tunecino se fortaleció después de la crisis económica de 2021-2022, mientras Túnez se enfrentaba a una deuda externa que representaba el 90% de su PIB, limitando así su margen de maniobra para recurrir a otros socios.
Esta dependencia energética es una importante palanca de presión que Argel explota para orientar las opciones políticas de Túnez.
Además, Argelia se ha convertido en un inversor clave en Túnez, especialmente en sectores estratégicos como las infraestructuras.
Según un informe del Banco Central Tunecino, las inversiones argelinas directas aumentaron un 30% entre 2020 y 2023, lo que refuerza aún más la depredación económica de Argel.
Esta cifra es tanto más preocupante cuanto que Túnez se encuentra en una situación de crisis financiera aguda, con una tasa de desempleo que alcanza el 16% en 2023 y una inflación del 6,7%, indicadores que hacen que el país sea particularmente vulnerable a las fluctuaciones externas.
A nivel militar, la cooperación entre Túnez y Argelia ha adquirido una nueva dimensión en los últimos años, con un aumento del 40% de las operaciones conjuntas de vigilancia de las fronteras en 2022.
La creciente sujeción de Túnez en materia de seguridad a Argelia preocupa incluso a Estados Unidos.
Es significativo que, durante las conversaciones bilaterales, Túnez haya aceptado seguir “las recomendaciones argelinas” sobre la gestión de las fronteras, un área de influencia tradicionalmente sensible.
A nivel diplomático, los encuentros entre los funcionarios tunecinos y argelinos se multiplican a un ritmo sostenido: desde 2021, según un censo han tenido más de quince visitas bilaterales de alto nivel, una cifra sin precedentes en la historia de las relaciones entre los dos países.
Esta fiebre diplomática llama la atención sobre todo porque los acuerdos anunciados a menudo se refieren a áreas estratégicas, pero con una opacidad total en cuanto a las contrapartes tunecinas reales.
Túnez y Argelia no han inaugurado una alianza equilibrada entre dos naciones soberanas. Las cifras no mienten: Túnez está perdiendo su autonomía en favor de un vecino que explota sus debilidades estructurales para someterla gradualmente y, probablemente, para empujarla a adoptar una política contraria a los intereses de Marruecos