Desde hace varias semanas, las disensiones internas bdentro del régimen argelino se han cristalizado en torno a la cuestión de las relaciones comerciales con Francia. Aunque las autoridades de Argel han negado firmemente la oficialización de las restricciones comerciales, el debate sigue siendo tanto político como económico, y revela una profunda brecha entre las diferentes facciones influyentes en la cima del Estado argelino.
El punto de partida de este revuelo es una declaración de Xavier Driencourt, ex embajador de Francia en Argel, afirmando en la plataforma X (anteriormente Twitter) que Argel habría adoptado medidas coercitivas contra el flujo de intercambios comerciales con Francia. Sugirió que, en un acto de represalia, Argelia habría bloqueado “todas las importaciones y exportaciones a Francia”.
Desde julio, el régimen argelino parece desgarrado por divergencias internas sobre la gestión de las relaciones comerciales con Francia, tras el apoyo oficial de París a la soberanía de Marruecos sobre el Sahara.
Mientras que Argel ha negado oficialmente, a través de su célula de comunicación, las afirmaciones de Xavier Driencourt, ex embajador de Francia, sobre “medidas restrictivas” al comercio, han aparecido signos de una verdadera fractura en los primeros círculos de poder.
Las cifras hablan por sí solas: en 2023, los intercambios comerciales entre Francia y Argelia alcanzaron los 11.800 millones de euros, un aumento del 5,3% en comparación con los 11.200 millones de euros de 2022. Argelia sigue siendo el segundo mercado africano para Francia, detrás de Marruecos y representa alrededor del 18% de las exportaciones francesas al continente.
Las exportaciones francesas a Argelia ascienden a 4.490 millones de euros, mientras que las importaciones de bienes argelinos a Francia alcanzan los 7.300 millones de euros, de los cuales el 85% se refieren a hidrocarburos y productos derivados.
Este contexto de interdependencia exaspera las deliberaciones en Argel. Por un lado, los partidarios de una política económica pragmática, principalmente dentro del aparato civil, defienden la importancia de estos flujos comerciales. A sus ojos, Francia sigue siendo un socio indispensable, especialmente en sectores clave como la agroalimentación (43% de las importaciones francesas), el equipamiento industrial (29%) y las tecnologías médicas (15%).
Por otro lado, una franja del régimen, compuesta en gran medida por los halcones de la seguridad y el ejército, aboga por una reevaluación de las relaciones con París, en nombre de una línea nacionalista rígida.
Lucha intestinal
La primera facción, está compuesta por tecnócratas y responsables de ministerios económicos, como el Ministerio de Industria y el Ministerio de Comercio.
Estos subrayan las repercusiones negativas que generarían las sanciones comerciales directas. Según una fuente interna argelina citada por los medios de comunicación españoles, “una restricción de los productos franceses podría provocar un aumento del 7 al 10% de los costes de importación debido al uso de proveedores alternativos, especialmente en Asia, cuyos precios son más altos para productos de calidad comparable”. Esta facción también advierte de las posibles consecuencias para las 520 empresas franco-argelinas, incluidos varios de los principales actores industriales presentes en territorio argelino, que generan alrededor de 15.000 puestos de trabajo directos.
Al restringir las relaciones con Francia, esta facción teme comprometer el empleo y acentuar el desempleo, que ya es del 11,8% según los datos oficiales de 2023.
La facción “nacionalista” aboga por un equilibrio de poder soberanista
La segunda facción, “nacionalista”, incluye principalmente miembros de la jerarquía militar y de los servicios de inteligencia, que ejercen un considerable ventaja sobre las decisiones económicas.
Para esta facción, las sanciones comerciales contra Francia se perciben como una herramienta para arrodillar a Francia, especialmente en un contexto en el que París ha reafirmado su apoyo al plan de Autonomía Marroquí para el Sahara.
Los miembros de este clan, según nuestras fuentes, también presentan cifras que abogan por una retirada gradual de Francia. Según sus cálculos, la diversificación de los socios comerciales iniciada con China y Turquía podría permitir una reducción del 25% de las importaciones francesas para 2025, un objetivo que afirman ser alcanzable reorientando algunas importaciones hacia Asia. Además, señalan que Argelia ha multiplicado sus importaciones de equipos industriales chinos desde 2022, reduciendo así su dependencia de las tecnologías francesas.
La reciente exclusión del trigo francés en la última licitación de la Oficina Interprofesional Argelina de Cereales (OAIC) se percibió como un primer gesto concreto de distanciamiento económico hacia París.
Esta decisión, que París califica de “discriminatoria”, ha sido interpretada por los círculos empresariales bilaterales como una prueba para medir los efectos de una reducción parcial del comercio con Francia. Un estudio interno encargado por el Ministerio de Comercio de Argelia estima que la sustitución del trigo francés por proveedores rusos o ucranianos podría provocar un aumento del 3% en los costes de importación, una cifra que la facción nacionalista considera un “precio aceptable” para afirmar la autonomía estratégica.
En este contexto tenso, y según el boletín de noticias de Africa Intelligence, se espera una delegación de la Comisión Europea en Argel en los próximos días.
En el centro de las discusiones, las consecuencias de las restricciones no oficiales y la posible discriminación antifrancesa en la adjudicación de licitaciones. Esta delegación europea espera calmar las tensiones y subrayar la importancia de las relaciones económicas con los países europeos para Argelia, mientras que la facción nacionalista podría ver esto como una oportunidad para mantener una línea hostil a Francia.
Las graves disensiones que enfrentan hoy a las corrientes del régimen argelino sobre la cuestión de las represalias comerciales contra Francia demuestran sobre todo la dependencia de la economía argelina de las importaciones francesas y los riesgos para el empleo y los precios nacionales.
Por otro lado, un endurecimiento destinado a afirmar la soberanía argelina frente a posiciones francesas percibidas como hostiles podría tener consecuencias insostenibles para ambos países. Por el momento, la cuestión de las relaciones comerciales con Francia sigue pendiente, en respuesta a una ardua batalla que podría redefinir las relaciones entre Argel y París para los próximos años